He escuchado cómo muchas personas se atemorizan al darse cuenta de que son grandes productores de ideas, es decir, creadores, artistas innovadores, inventores y hacedores de soluciones altamente creativas.
En todos los textos relacionados con la creatividad se habla del poder de las ideas y de cómo, no obstante, se las subestima. Por lo general, a las personas que buscan soluciones alternativas y eficaces se las relaciona con un solo tipo de personalidad: los «creativos». Sin embargo, eso podría interpretarse como una forma de discriminación, así que es importante dejar en claro, desde estos primeros párrafos, lo siguiente: todos somos padres de millones de ideas constantes y sonantes.
El filósofo y físico inglés Robert Hooke (1635-1703) estimó que la mente era capaz de contener la cantidad de 3.155.760.000 ideas. Siglos más tarde, el periodista británico Mike Holderness presentaría en la publicación New Scientist un nuevo panorama: el número aproximado de ideas que alberga nuestro cerebro es de 10 elevado a 80.000.000.000.000, cifra que supera el número de átomos que hay en el universo. El cálculo se basa en la cantidad de neuronas que caben en la cabeza y las conexiones de todas estas células entre sí. ¿No piensan que las ideas se están desperdiciando allí adentro?
Esta frase, seguramente, te resultará familiar: «¡Tengo una idea!». Si leemos entre líneas, advertiremos que, para enunciar esa expresión, el cerebro de quien la emite habla de procesos, proyectos o planificaciones que pudieron habérsele ocurrido y que pueden estar relacionados con situaciones cotidianas y hasta con proyectos a largo plazo. Es simple, en lo cotidiano solemos decir: «¡Se me ocurrió una idea!», por ejemplo, cuando debemos hacer una redistribución de los muebles en nuestro hogar. La intención es aprovechar el espacio, hacerlo más atractivo a la vista y que pueda ser funcional (por lo general, nos enfocamos en no más de dos objetivos: espacio y estética, funcionalidad y espacio, estética y espacio, funcionalidad y estética). Lo mismo ocurre cuando los elementos a nuestro alrededor se alinean para configurar una idea de negocio: podemos pensar «¡Tengo una idea!» y encontrar ese modelo de negocio que podría convertirse en nuestro imperio.
Tal como lo lees, innovar, ser creativo, hacer uso de las 80.000.000.000.000 neuronas aplica a cualquier escenario de tu vida. Espeluznante, ¿no?
*Texto incluido en El tiempo y el lugar de las cosas.
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