En los primeros días de mayo y hasta la primavera, una gran cantidad de ballenas se acercan a las costas de la provincia de Chubut – Argentina para aparearse y reproducirse.
Su presencia en la zona produce la visita de turistas de todas partes del mundo, pero para la gente del lugar parecen ser la mejor excusa para pasar una tarde de domingo con su familia y devolverles, aunque sea por una tarde, la vida a playas desconocidas y desoladas donde las ballenas parecen estar al alcance de la mano.
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—Humm que lindo día— se degusta una señora, como saboreándolo entre sus labios, y vuelve a frotar uno con otro los guantes de lana, azules, como la bufanda que lleva anudada al cuello. Hace frio, pero el cielo está despejado, y el aire se respira rico en la playa de El Doradillo. Es de mañana y sol traza sobre la marea un camino de luz dorada que encandila los ojos. Las olas se elevan, sus crestas se rizan y luego rompen, desparramando pinceladas de agua clara aquí y allá, que al retirarse deja sobre la espuma un destello blanco de perlay vuelve hacia el mar como pidiendo silencio: Shhh. Una y otra vez.
[pullquote]La cola de una ballena se esconde en el agua, a pocos metros de la gente que está en la orilla observándolas.[/pullquote]
Desde la costa la vista es magnífica. La cola de una ballena se esconde en el agua, a pocos metros de la gente que está en la orilla observándolas. Más allá flota el lomo gris oscuro de otra. Ambas tienen alrededor de 40 toneladas y 18 metros de largo, por lo menos así lo lee la señora de la bufanda azul, en el folleto que, conforme a lo que cuenta, se robó del hotel la noche anterior.
Perdido en el noreste de la provincia de Chubut, no figura ni siquiera en el Google Maps, El Doradillo es un lugar anónimo y despoblado: no hay casas, ni luz o agua potable, no hay nada, solo arena, siempre un poco más, incluso más allá de donde la mirada alcanza a discernir.
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Muchas de las personas que están sentadas por distintos sectores de la costa llegaron desde Puerto Madryn, una ciudad a 15 kilómetros de distancia, a la que se llega por un camino de ripio, allí donde dos semanas atrás un vídeo colgado en YouTube desató la polémica.
Mira el vídeo:
Existe una legislación que prohíbe las aproximaciones a este tipo de animales, no solo por preservar el habitad sino también para cuidar la vida de aquellos que intentan acercarse a ellas. La ley indica que se encuentra prohibida “toda actividad de acercamiento y/o persecución, navegación, natación y buceo, a cualquier especie de mamíferos marinos y sus crías, en las costas y mar de jurisdicción provincial durante todo el año calendario”. Sin embargo siguen existiendo casos en los que las personas se arrojan al agua para nadar con lobos o acercarse a este tipo de animales.
[pullquote] se encuentra prohibida “toda actividad de acercamiento y/o persecución, navegación, natación y buceo, a cualquier especie de mamíferos marinos [/pullquote]
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“Mientras mirábamos desde arriba del kayak, una de las ballenas se dio vuelta y se vino hacia nuestra dirección y nos levantó la embarcación dos veces!!!! Terrible, todo en este vídeo!!!”, detalló “gisela6652” en su cuenta de YouTube. Esta secuencia ocasionó el disgusto de las autoridades provinciales, lo que provocó que desde la secretaria de turismo pidieran a Prefectura que se aumentarán los controles.
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Sin embargo, en El Doradillo, parecen respetarlas. Las personas que llegan hasta aquí lo hacen para tomar fotos y sobre todo para pasar la tarde con su familia. A veces, como en un resoplido, las ballenas expulsan una nube de aire en forma de V, y entonces se escuchan caer la mayoría de los chasquidos en las cámaras de fotos, como si fueran gotas de lluvia. La gente se queda durante horas contemplando el paisaje, pero a medida que el día avanza, el frío se agudiza y se vuelve intolerable, sobre todo cuando sopla viento, lo que en estas zonas no es ningún acontecimiento.
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Granos de arena corren en la brisa, la bruma se acentúa y humedece las piedras en la orilla, una imagen de invierno rodea al sol. En el Doradillo ya no queda nadie, todos los autos se han marchado, ruta arriba, con el polvo levantándose tras ellos y el cielo carmesí curvándose hacia el atardecer.
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