Desde tiempos remotos el Hombre ha contemplado el cielo en busca de respuestas, invadidos inquietos pensamientos ante los secretos ocultos de la astronomía.
La observación parece ser nata, y siempre fue anhelada la sabiduría y conocimiento al observarnos y contemplar; como es arriba, es abajo.
El mar de estrellas se encuentra ubicado en la Isla Vaadhoo, en Maldivas, y es considerado uno de los lugares más hermosos del planeta, gracias al fenómeno que ocurre cuando un microorganismo es perturbado en el agua por el movimiento mismo del mar y las olas (bioluminiscencia marina), creando puntos destellantes azules similares a las estrellas del cielo, en un lugar lejano y profundo del Universo.
En el antiguo Egipto, las estrellas eran consideradas las almas de los difuntos que, al morir, la persona era devuelta al Universo, polvo de estrellas, de donde emergió. Quizá en busca de la garantía de que habrá un mañana, y la deseada Eternidad. En la actualidad, algunas veces miramos una estrella fugaz y casualmente pedimos un deseo.
Muchas de las estrellas visibles, luego de morir, siguen emitiendo su luz. Si miramos el cielo, estamos adentrándonos en un viaje al pasado, y en un túnel del tiempo. Esto se debe a la inmensidad del Universo y la disminución de la velocidad de la luz en consecuencia.
Es por eso que cuando nuestro mundo nos regala un fenómeno similar al mar de estrellas en Maldivas, que por cierto estos regalos son variados, incontables y distribuidos en todo el planeta, podemos sentarnos a observar y contemplar la belleza tangible, frente a nuestros ojos y en vida. Encontrar la inmensidad en un grano de arena, y tal vez pedir un deseo esperando que algún día se cumpla.