Sociedad, Abuso sexual, Niños
Por Ornela Orsino | Argentina
Pedofilia y abusos sexuales dentro del círculo familiar
«A los 11 años pensaba que podía estar embarazada de mi abuelo»
Micaela Barrionuevo tiene 23 años y en su infancia fue abusada por su abuelo durante tres años. A pesar de recordar siempre lo que pasó, ella nunca dejó de quererlo. Desde su lugar, recomienda que, si alguien sufre algún abuso similar, busque ayuda en su familia o con un especialista para evitar trastornos que puede provocar ser víctima de estos casos.
– ¿Qué sucesos recordás del lapso en el que fuiste abusada por tu abuelo?
En realidad, era el marido de mi abuela, pero le dio el apellido a mi papá. Fue desde que tenía 5 años, hasta los 8. Yo me acuerdo de que él nos pasaba a buscar por el jardín a mi hermana del medio y a mí y nos llevaba a casa y nos cuidaba porque mis papás trabajaban. Yo me quedaba con mi abuelo mirando la televisión, y en esos momentos en los que estábamos solos me tocaba y me hacía tocarlo, eso es lo que yo me acuerdo. El psicólogo dice que puede ser que hayan pasado más cosas pero que me haya olvidado de algunas partes, que tenga amnesia infantil. Él aprovechaba cualquier oportunidad, cuando mi mamá salía a comprar algo, por ejemplo. Pasaba siempre que estábamos solos.
– ¿Entendías lo que estaba pasando siendo tan chica?
Al principio, no. Después empecé a notar que era algo raro, más adelante, muy raro, pero nunca llegué a pensar que estaba mal. Uno cuando es chico piensa que es como una caricia, después en el fondo me di cuenta de que era muy raro y por eso me daba vergüenza contarlo.
– ¿Cuándo terminó tu relación con él?
Cuando tenía 8 años mi familia se peleó con él y con otro hermano de mi papá por temas económicos, y yo dejé de ver a mi abuelo y me puse muy triste. Cada vez que se iba de mi casa yo le pedía que me llamara cuando llegara a la suya, preguntaba por él para saber cuándo nos venía a visitar. Lo amaba. De hecho, cuando me enteré en 2010 que falleció, me puse a llorar y me quedé con culpa de que se haya quedado solo.
– ¿Cómo fue tu proceso de darte cuenta que no era correcto lo que había pasado?
Después de que dejé de verlo, a lo largo de los años, cuando fui creciendo. En el colegio te enseñan el aparato reproductor y cómo nacen los bebés, ahí me di cuenta de que no había estado bien lo que pasó. A los 11 años me pasaba que me miraba al espejo y pensaba que podía estar embarazada de mi abuelo.
A los 14, mientras hablaba con mi primer novio sobre relaciones sexuales, me agarró por primera vez un ataque de pánico, pero en el momento no pensé que podía relacionarse con lo de mi abuelo. Yo iba a la psicóloga y no le contaba nada sobre esto, porque creía que no me había afectado.
En el fondo siempre me acordaba, pero no le daba importancia. Para mí era más importante el recuerdo de los malos momentos económicos que pasamos con mi familia que lo de mi abuelo y creí que los ataques de pánico podían tener que ver con eso. Estuve como 5 años con ataques de pánico, y los únicos que supieron sobre eso fueron mi novio y tres amigas. Las relaciones sexuales siempre fueron con mucho cuidado porque sentía que todo podía hacerme doler. Tampoco podía ir a la ginecóloga, me sentía invadida cuando me tenía que tocar alguien. Hasta que fui a una especialista en mujeres violadas.
– ¿Cómo se lo contaste a tu familia?
Después de los primeros tres años con ataques de pánico, la psicóloga que me atendía se fue a vivir afuera y tuve que cambiar. Empecé con una nueva y decidí contárselo. Lo fuimos trabajando varias sesiones hasta que me dijo que lo tenían que saber mis papás. Yo no me animé a contarle a mi papá, así que se lo contó ella, y a mi mamá se lo dije porque mi novio me lo aconsejó durante mucho tiempo.
Mi familia se puso muy mal. Yo, algunas noches, no podía dormir, y mi papá se levantaba angustiado golpeando las paredes. Sintieron que fue por su culpa, por eso siento que me consienten tanto ahora. Después de que lo supiese mi familia, me pasó de encontrarme muy seguido con uno de mis primos con los que estábamos peleados, y lo tomé como una señal de que tenía que hablar con ellos, sobre todo porque en ese momento tenía primas de 7 y sentía que tenía que evitar que les pasara a ellas también. Lo hablé con mi mamá y decidió contárselo ella al resto por miedo a cómo pudieran reaccionar conmigo. La otra parte de la familia me apoyó mucho y le cerraron las puertas de sus casas a mi abuelo, solo se comprometieron a acompañarlo a los médicos.
Yo quise que no hicieran ninguna denuncia, no quería que lo castigaran.
– ¿Fue importante el apoyo de tu familia?
Sí, muy. Además, yo soy muy «familiera», y de repente había dejado de ver a casi toda mi familia. Este hecho nos unió, y me hizo muy bien que todos me creyeran y me apoyaran. Esto hizo que volviésemos a hablar después de muchos años.
– ¿Recomendás que las menores cuenten cuando sufren un abuso similar al tuyo?
Sí, obvio. Pero que lo hablen cuando sienten que pueden hacerlo. Que busquen ayuda de un psicólogo que las guíe, que las prepare para cualquier reacción que puedan tener sus papás. Los míos, por suerte, reaccionaron bien conmigo y me apoyaron. En el caso de que tengan una relación con su mamá muy buena, como tengo yo con la mía, sí recomendaría que lo hablen con sus mamás sin pensarlo. Y cuanto menos tiempo pase, mejor, porque siempre te puede afectar a lo largo de los años.