En ciencia, este principio se utiliza más como una regla general para guiar a los científicos en el desarrollo de modelos teóricos que como árbitro entre los modelos publicados. En el método científico, este principio no se considera irrefutable y ciertamente no es un resultado científico. En ciertas ocasiones, la opción compleja puede ser la correcta. Su sentido es que en condiciones idénticas se prefieran las teorías más simples. Otra cuestión diferente serán las evidencias que apoyen la teoría. Así pues, de acuerdo con este principio, no debería preferirse una teoría simple pero con pocas evidencias sobre una teoría compleja pero con mayores pruebas.
Origen del término
La denominación de navaja de Ockham apareció en el siglo XVI, y con ella se expresaba que, mediante ese principio, «afeitaba como una navaja las barbas de Platón», ya que de su aplicación se obtenía una notable simplicidad ontológica, por contraposición a la filosofía platónica que «llenaba» su ontología de entidades (además de los entes físicos, Platón admitía los entes matemáticos y las ideas). Desde una perspectiva ontológica, pues, la aplicación de este principio permitió a Ockham eliminar muchas entidades, a las que declaró innecesarias. De esta manera, se enfrentó a muchas tesis sustentadas por la escolástica y, en especial, rechazó la existencia de las especies sensibles o inteligibles como intermediarias en el proceso del conocimiento, y rechazó también el principio de individuación, al que calificó de especulación vacía e innecesaria.
El principio
Este principio, fundamental para el reduccionismo metodológico, ya formaba parte de la filosofía medieval, pero fue Ockham quien lo utilizó de forma filosófica. Es más, no solamente se trata de un principio metodológico, sino que, además, tiene características gnoseológicas y ontológicas. Lo que ha de tenerse en cuenta para medir la simplicidad, aunque esta es una cuestión ambigua.
Quizás la propuesta más conocida sea la que sugirió el mismo Ockham: cuando dos teorías tienen las mismas consecuencias, debe preferirse la teoría que postule la menor cantidad de (tipos de) entidades. En su forma más simple, el principio de Ockham indica que las explicaciones nunca deben multiplicar las causas sin necesidad.
Es vital enfrentar los problemas de la vida con madurez y templanza. Cada uno tiene su complejidad y, por supuesto, no es fácil tomar decisiones. En ciertas ocasiones, el estrés nos lleva a darle la dimensión equivocada al conflicto. Las herramientas que tenemos nos ayudarán a afianzar los cimientos de nuestra personalidad. ¿Estás de acuerdo?
Imagen: Guillermo de Ockham en un vitral de un templo de Surrey, Inglaterra (revista Muy Interesante).