¡Quién se acuerda del famoso “Pido gancho” que se decía al jugar?
Recuerdo perfectamente cuando jugábamos, y al decir “Pido gancho”, se hacía una pausa. Esa pausa nos permitía interrumpir el juego, reflexionar sobre nuestra jugada y recalcular lo que íbamos a hacer a continuación. Era una especie de pausa activa, un espacio para pensar y avanzar con mayor seguridad.
Hoy, quiero invitarte a hacer esa pausa, pero no en un juego, sino en la vida. Quiero que tomes un momento para reflexionar sobre los objetivos.
Mi hijo Nico, de 10 años, me preguntaba el lunes cuánto faltaba para que llegara el fin de semana, porque está ansioso por levantarse tarde. Mi amiga, que trabaja de 9 a 18 horas, me cuenta que ya tiene los pasajes para irse de vacaciones en diciembre y está tachando los días en el calendario, esperando con ilusión esa fecha tan ansiada.
Y mientras pensaba en esto, me vino una reflexión: ¿Realmente el logro está en alcanzar la meta, o el verdadero logro está en disfrutar del proceso?
¿Qué pasaría si la meta no fuera el resultado final, sino todo lo que aprendemos y vivimos en el proceso para llegar a él?
Quizás el verdadero desafío esté en aprender a disfrutar del día a día, en esas pequeñas cosas que muchas veces damos por sentadas: levantarnos por la mañana, abrir las ventanas, escuchar música en lugar de tomar el celular, escribir por la noche, tener una charla profunda con alguien que queremos, o incluso darnos un espacio para hacer algo que nos gusta, más allá de cumplir con lo que tenemos pendiente.
Tal vez el problema sea que nos enfocamos tanto en la meta que olvidamos lo que sucede en el camino. Pero, ¿y si te dijera que el verdadero tiempo está en los procesos? Porque, al final, lo que realmente cuenta es cómo vivimos cada momento, cada intento, cada paso dado.
Las fotos son como las metas, un reflejo de un instante, pero la vida es lo que pasa y hacemos para pasar de foto en foto. Las fotos, así como las metas alcanzadas esconden historias, desafíos, problemas superados, momentos de valentía y entereza y momentos de tristeza y frustración.
Pensa en todo lo que haces para pasar de foto en foto.
El proceso es mucho más de lo que se ve a simple vista y ahí creo esta el verdadero aprendizaje.
Parece sencillo, pero no lo es. Vivir los procesos como logros es clave, porque en esos procesos se juega nuestra vida. Nuestro tiempo, el recurso más limitado y valioso que tenemos, se va en el día a día. El verdadero logro podría ser disfrutar de ese proceso, de todo lo que hacemos, de lo que nos mueve, de lo que nos conmueve.
Disfrutar del proceso es aceptar que no siempre llegaremos al resultado que esperamos, pero eso no hace menos valioso el camino recorrido. Es aprender a disfrutar de nuestros intentos, sin obsesionarnos con los resultados. Es, en resumen, disfrutar del viaje más que del destino.
Estamos tan pendientes del resultado final, tan preocupados por lo que van a pensar los demás, por si nos aprueban, por si nos compran, por si nos contratan… que muchas veces, ante la duda de que algo no salga como esperamos, preferimos no actuar. ¿Cuántas puertas tocarías si no tuvieras miedo al resultado? ¿Cuántas veces has dejado de actuar por miedo a no lograrlo?
¿Acaso el verdadero logro no está en intentarlo con pasión y compromiso, en dar nuestro 100%, independientemente del resultado? Porque, cuando lo pensamos bien, tu día a día, lo que haces con entusiasmo, la forma en que te levantas una y otra vez a pesar de los obstáculos, las opiniones ajenas, o el viento en contra… Todo eso es proceso y, de alguna manera, ya es un logro.
Entonces, ¿qué harías hoy si superaras la idea de que solo el resultado cuenta?
Te invito a que intentes. Intenta llamar a ese cliente potencial. Intenta hablar con esa persona que te inspira. Intenta iniciar ese emprendimiento que tienes en mente. Intenta postularte a ese trabajo que tanto te interesa.
Porque, al final, intentar ya es un logro. En cada intento ganamos: ganamos confianza, poder, aprendizaje, experiencia, valor.
Cuando intentas, realmente, ya estás ganando.