La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio:
algunas cosas están bajo nuestro control y otras no.
Epicteto, Manual de vida
Hoy estamos acostumbrados a leer manuales de vida, casos de éxito, historias inspiradoras de personas que, según se lee, tras años de esfuerzo, lograron materializar sus sueños. Esto se vende como una especie de modelo de personalidad superpoderosa (que supuestamente todos deberíamos adoptar) propia de aquellos «elegidos» que pudieron con todo y que hoy en día disfrutan de los frutos de su esfuerzo, pero ¿qué nos deja esto realmente?
Comencé citando a Epicteto, un antiguo filosofo que pasó casi toda su vida como esclavo y que, tras ser liberado, desarrolló una doctrina basada en pequeños-grandes conceptos que, si bien se conocen desde hace mucho tiempo, al darlos por sentado, obviamos su valor y, sobre todo, la disciplina que hace falta para aplicarlos a nuestra rutina.
Epicteto (55 d. C. – 135 d. C.) escribió el Manual de vida, un libro que, con gran simplicidad, guía nuestro accionar basándose en la ética para alcanzar la paz interior. Si bien todos los consejos que encontraremos en su páginas nos resultarán familiares, hay uno que destaco y que pongo sobre la mesa. Si alguna vez escuchaste la siguiente frase, tendrás una idea de lo que quiero decir: «Si alguien te pregunta si sabes hacer algo, di que sí y luego averigua cómo hacerlo». No logro dar con el autor, pero siempre la he cuestionado.
¿Qué puede pasar si desconocemos nuestros límites?
Perdemos la libertad, porque nuestras capacidades son limitadas, y eso no es algo necesariamente malo. Debemos reconocer y apagar ese taladro del éxito y la superación que cada día nos demanda y lastima, obligándonos a tomar decisiones que van más allá de lo que podemos hacer.
Si no sabes hacer algo, admítelo, eso es mucho más valioso que fingir que eres un experto y someterte al proceso acelerado del aprendizaje de un «algo» que quizá ni siquiera forma parte de tus intereses. En cambio, si finges saber hacer algo que en realidad desconoces, te verás en una carrera de «aprendizaje» bajo estrés, y todo lo que así se aprende, así se sufre. ¿Para qué? Pues para complacer a otro, a alguien que, según tú, confió en tu respuesta. Hipotecas tu tiempo-libertad para demostrar algo que, desde el principio, no era necesario que demostraras.
Epicteto decía: «La libertad viene de comprender los límites de tu propio poder y los límites naturales. Al aceptar las limitaciones y las inevitabilidades de la vida y trabajar con ellas en lugar de combatirlas, nos hacemos libres. Si, por el contrario, sucumbimos ante el deseo pasajero por cosas que escapan a nuestro control, perdemos la libertad».
Y esto, trasladado a nuestra modernidad, me lleva al título de esta columna: «Todo lo puedo hacer», una orden que desafía la dicotomía del control: saber diferenciar qué está bajo nuestro control y qué no. Es hora de desarmar estos conceptos y comenzar a abrazar una actitud más simple, ¿no era de eso de lo que se trataba la vida?

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