Por Ornella Orsino | Argentina
Emma Moroncini no estaba rodeada por miles de personas como el pasado 19 de marzo cuando llegó a la Basílica de Luján luego de casi tres meses de peregrinación desde Tucumán. El pasado Sábado Santo sólo estaba ella junto a su “secretaria”, como a ella le gusta llamarla a María, la señora que la cuida mientras está en Luján, en el medio de la Plaza Belgrano.
La sonrisa de Emma se veía desde lejos, al igual que el rosario de misionero que tenía colgado. Llevaba puestas las mismas zapatillas con las que caminó más de 1200 km y un pañuelo de la Virgen de Luján en el cuello. Eran pasadas las 9 de la mañana y aceptó ir a desayunar a una confitería de las que rodean la plaza. Eligió un lugar en la mesa desde el que pudiera ver constantemente la Basílica. La moza trajo la carta pero Emma no la leyó, estaba segura de que quería tomar un vaso de leche y una medialuna. “Siempre desayuno con un vaso de leche fría, aunque sea invierno” contó. Pero cuando le trajeron el vaso, estaba caliente.
María estuvo a punto de pedir que se lo cambien, pero la peregrina se apuró a decir: “No, es Sábado Santo, nada de caprichos, la tomo así” y agarró una medialuna y la mojó en la leche. Le pidió a María un sobre. Dentro estaban las fotos reveladas de su cámara a rollo. Mostró las imágenes pero dijo que no estaba contenta con ellas, porque estaban muy oscuras. Había fotos en la Basílica y con mucha gente, que ella ni siquiera conocía. Mientras desayunaba, fueron varias las personas que se acercaron a saludarla y a pedirle una foto. Emma antes de posar, agarraba una estampita de la Virgen de Luján. Y cuando la saludaban para despedirse, repetía el mismo chiste: “son 100 dólares la foto”. Parecía ya haberse acostumbrado al yeso en su mano derecha, que debieron colocarle días antes de llegar a Luján por una caída. Su cara, que también había resultado lastimada, ahora estaba sana.
Si bien es la primera vez que visita Argentina y adjudica parte de esta peregrinación a su admiración al Papa Francisco, contó que camina hace 25 años y que ha caminado aún más kilómetros. “Hace años me enteré que mi pueblo estaba cerca de Lourdes, en Francia, a unos 1400 kilómetros. Yo me había enfermado y prometí que si me curaba, iba a ir caminando desde mi pueblo hasta el santuario de la Virgen de Lourdes” relató. Y así fue. Israel, Polonia, Brasil y Chile también fueron escenarios de las peregrinaciones de Emma. Cuando terminó su desayuno, quiso salir a recorrer santerías. Quería una estampita de la virgen de Luján que había visto. Pero esa imagen, no otra. Y con la oración “bendita sea tu pureza” en el lado de atrás. Tenía una que era de María y la llevó por varias santerías preguntando si tenían esa misma, pero no tuvo la suerte de conseguirla. Sin embargo, se fue con varios regalos que le hacían los vendedores. Al salir de la última santería que visitó y previo a volver a buscar cosas personales antes de que la lleven al médico para sacarle el yeso, apareció una joven de 23 años, emocionada hasta las lágrimas.
Emma se acercó a ella y la chica le contó el motivo de su llanto: “con mi mamá la seguíamos por Facebook y veíamos por dónde andaba y queríamos venir a conocerla cuando llegara a Luján, pero mi mamá falleció unos días antes de que usted llegara”. La peregrina tomó las manos de la joven y con una sonrisa le dijo: “Sé por el momento de dolor que estás pasando, es muy doloroso. Pero tenés que confiar en que no estás sola, aunque así lo sientas. Dios y la Virgen te acompañan siempre y tu mamá también”. Las lágrimas de la chica aumentaban pero a la vez aparecía una sonrisa en su rostro. “Gracias Emma, no sabe la tranquilidad que siento de haberla conocido” expresó. “Yo le agradezco a Dios que te haya puesto en mi camino, que Dios y la Virgen te bendigan siempre” agregó Emma y se despidió con un beso de la joven.