Por Rob Martínez | Argentina
Tu, ellos y yo: el arte de convivir plenamente
Escribo estas palabras desde una cómoda oficina de mi departamento. Esa que yo más utilizo en un hogar habitado por cuatro. Este espacio que ayuda a no perder las ideas, por el silencio, la ambientación y lo aislado del ruido que podría haber en una de las avenidas más transitadas de Buenos Aires, esa que luce panorámicamente en mi balcón.
Esta habitación tiene un escritorio largo dónde podrían caber tres personas más. Estudiando, riendo, charlando, dibujando o hasta leyendo en silencio. Pero estas cuatro paredes me albergan sólo a mí por ahora.
Esto me hace pensar en los vaivenes de la convivencia
Una disposición que el cuerpo y la mente coordinan para enfocarse en el positivismo de sentirnos acompañados. Hoy podemos ver en cualquier situación de nuestra frenética o estática vida, cómo se nos ha dificultado zafarnos del armazón que construimos y que nos protege de aquel “nosequé” que inventamos para que no nos lastimen, no invadan nuestra privacidad, no conozcan los secretos más oscuros que se esconden tras nuestra mirada o simplemente, esa coraza ficticia o actuada que cuida revelar que tenemos el pelo rizado y no como lo lucimos cada día. Esa armadura emocional es la que nos impide convivir plenamente, pero ¿qué consecuencias trae este accesorio?
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La convivencia no sólo se enfoca en las relaciones parejas y amigos, también está presente en los grupos sociales de trabajo, familia, estos que deben manejar los vitales ingredientes del: respeto y solidaridad, ambos valores que son imprescindibles para que convivir sea armónico y aún más, posible.
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Investigando acerca de la convivencia en la sociedad, encontré que el año pasado en la ciudad de Buenos Aires se extendió casi la misma cantidad de certificados de matrimonio que de separaciones. En 1980, los matrimonios eran el 92% de las parejas. En el 2010 bajaron al 69%. Pero en 2012 se casaron en la ciudad apenas 13.086 parejas, destacando que a su vez 10.574 tramitaron sus divorcios.
Las cifras de unión y desunión se acercan y más de uno corre espantado. Estar insertados en una sociedad cada vez más individualista, consumista y que le encanta tener menos compromisos, son sólo algunos de los factores que influyen en esta muestra cuantitativa.
Diversas corrientes sostienen que la conciencia del Yo sólo puede tenerse a partir de la existencia del Otro. En dicha interdependencia social que se produce en la convivencia, la persona se define a sí misma y consciente o no, podemos entorpecerla cuando decidimos vestir aquella armadura emocional.
Durante la historia de la historia, al hombre y la convivencia se les ha dificultado ser como Pan y Mantequilla, pero es hasta ahora que se ha concluido que muchos de nuestros problemas de salud, están fielmente relacionados con las maneras en que interactuamos y relacionamos con el entorno, sobre todo con el social.
Los problemas de convivencia pueden impactar enormemente la salud física
Algunos estudios demuestran que los inmigrantes tienen un mayor índice de enfermedades cardíacas que los pobladores nativos, una situación que se explica a partir de la ausencia de vínculos de amistad y del apoyo de los familiares.
Una mejor convivencia, con lazos sociales estrechos, contribuye al bienestar. Entre los trastornos en la salud y las primeras causas de mortalidad están la violencia y los suicidios, lo que refleja por un lado la pérdida del control ante situaciones de estrés, la falta de tolerancia, la incapacidad de resolver los problemas adecuada y respetuosamente y la disminución o carencia de valores humanos, cada circunstancia ligada a qué tan asertivos estamos en nuestra manera de convivir.
Entonces, mejor invito a mis roommates a tomarnos un té, conversar y mirar hacia aquel balcón sobre esa avenida de la ciudad que me arropa como inmigrante.
¿Y tú, qué tanto inviertes para convivir plenamente?