Por Lionel Fabio | Argentina
El contexto
El mundo actual enfrenta desafíos específicos que responden a los procesos evolutivos del pasado. La aceleración de las interdependencias entre los países, posterior al final de la guerra fría, generó un nuevo panoramal internacional en donde la hiperconectividad dio lugar a riesgos cuyos efectos son capaces de afectar a la totalidad de la sociedad.
La globalización presenta un desafío para el accionar de los estados que se ven excedidos en su capacidad de control y que deben recurrir a la creación de instituciones supranacionales para hacer frente a ciertas cuestiones particulares. La creación de reglas y normas a nivel supranacional es denominada Gobernanza Global.
Uno de los impulsos que acentuó la participación global en la gobernanza fue la demanda de los países emergentes por ser incluidos en la configuración de reglas y normas en materia económica internacional. El establecimiento de las reglas de juego en este nivel, había sido, hasta el momento, exclusividad de las potencias globales pero el ascendente rol de los países emergentes en el circuito económico mundial comenzaría a traducirse en presión por parte de estos para participar de dicha regulación.
Partiendo de la experiencia surgida durante el siglo xx y con una fuerte presencia a partir de la crisis del 2008, la comunidad internacional entendió que uno de los riesgos que debian contener a traves de los mecanismos de Gobernanza Global, se encuentra en el área de economía y finanzas internacionales. La inequidad en la distribución de los recursos e ingresos a nivel internacional es un fenómeno que, a pesar de la propaganda y el desgaste de la temática en los discursos, sigue aumentando en la actualidad. A esta cuestión se le suman la recurrente aparición de burbujas financieras que generan pérdidas inmensas y millones de desempleados a nivel global.
La mayoría de las crisis económicas internacionales se dieron en contextos de cambio en el sistema internacional, ya sea por implementación de nuevas tecnologías o por prácticas no reguladas en materia financiera, fenómeno que sucede actualmente con la revolución de las criptomonedas y el auge de las FinTech (tecnologías financieras).
El rol del G20
La institución más importante para la Gobernanza Global, específicamente en el área económica y financiera, es el G20. Surgido en 1999 del G7, como resultado de la mencionada demanda de los países emergentes por formar parte de la construcción de reglas que regulen la actividad económica internacional, intenta dar forma al debate sobre la gobernanza global en el área. Esta institución incluye la participación de organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial y la OCDE, en carácter de órganos técnicos, incorporando la mayor parte de los actores de peso en el área internacional, sin limitarse únicamente a los Estados (falencia que aún persiste en instituciones como Naciones Unidas)
El G-20 es un foro ad hoc y su capacidad de influencia global no deriva del poder vinculante de sus decisiones, sino de la credibilidad y la capacidad persuasoria que derivan de su estatus internacional. A pesar de su bienintencionada formulación, la legitimidad de esta institución se ve disminuida por la asimetría de los actores en su capacidad para definir la agenda global. Si bien se aspira a una participación conjunta, los recursos de las potencias para marcar el rumbo económico internacional les proporciona una ventaja por fuera de las negociaciones multilaterales que se dan en el foro. Los acuerdos alcanzados dentro de esta institución se ven afectados por esa carencia legal vinculante capaz de traducir efectivamente las negociaciones a las relaciones internacionales y las soluciones negociadas generalmente no exceden el corto plazo, ni la superficialidad de los temas, generando resultados mediocres para la gobernanza global.
Aun así, la sola existencia de una institución que tenga como objetivos de base la inclusión de los países emergentes en la dirección de la economía global es un logro importante para destacar como sociedad internacional, sobre todo considerando la ausencia de la misma en áreas tan fundamentales como la medioambiental.
La estructura institucional ha sido creada, solo queda mejorar su funcionamiento. Las voluntades políticas para ello, en un contexto de proteccionismo creciente, serán un desafío aparte para la actualidad de la institución.
Oportunidades para el liderazgo Argentino
Los criterio que nos permiten ingresar a esta institución son, en primer lugar, la pertenencia al grupo de las llamadas economías emergentes. En segundo lugar, el liderazgo dentro de los procesos de integración regional en cada uno de los continentes y por último, el haber sido víctimas de la vulnerabilidad e inestabilidad financiera que acarrea el actual sistema, constituyéndose en los puntos focales de crisis financieras pasadas.
La presidencia nos otorga visibilidad tanto nacional como regional, siendo un foro válido para introducir las cuestiones pendientes en materia de normativa internacional que afectan directamente al hemisferio sur y que acentúan las diferencias del desarrollo alcanzado a nivel global.
La asimetría mencionada al interior de la organización puede ser tratada incluso inintencionalmente al traspasarse la presidencia a un país como el nuestro, cuyo liderazgo regional que ha atravesado una importante merma en el último tiempo, también se pone a prueba.
Es importante entender que este traspaso, el primero para un país latinoamericano, puede ser una vidriera para los desafíos que enfrentamos como región, sobre todo considerando los acontecimientos sorteados recientemente, entre importantes crisis institucionales y políticas, como en el caso de Brasil y Venezuela, y fuertes recesiones económicas, como en el caso de Argentina y nuestro vecino, cuya economía es la más grande de la región.
La posibilidad de fijar la agenda es una de las ventajas que otorga la presidencia y en ella se cristalizan los intereses y oportunidades mencionadas con anterioridad.
Para destacar es la ausencia de uno de los temas imprescindibles para evitar una crisis internacional en el futuro próximo. La rápida producción de normativas adecuadas para abordar la nueva incorporación de tecnologías financieras es fundamental para evitar que las criptomonedas y otras innovaciones de FinTech (Finance Technology) se transformen en nuevas burbujas financieras. Con la aparición de una nueva economía digital, la vulnerabilidad del sistema de seguridad económica también se ve afectado, suscitando nuevos tipos de robo y crimen vinculados al mundo digital. Este fenómeno ausente en la agenda del G20 es un preocupación creciente para los analistas internacionales que ven en el Bitcoin y otros fenómenos, potenciales burbujas financieras globales.