Por Lionel Fabio | Argentina
La sinfonía universal se escucha distante
El debate actual en las relaciones internacionales. Causas y perspectivas futuras.
Cuando los vínculos se debilitan
En este último tiempo se ha estado debatiendo en el área de las relaciones internacionales la idea de una crisis de globalización. Según diversos analistas nos encontramos actualmente en un proceso de crisis respecto del orden internacional establecido desde la segunda post-guerra. Es observable como el camino de la globalización ha despertado sentimientos anti-establishment a lo largo del globo, los cuales han cristalizado en iniciativas políticas que se proponen mitigar sus efectos.
Si bien, la crítica al modelo de gobernanza global se viene dando hace ya un tiempo, ciertos hechos han puesto en perspectiva los cambios latentes en el ámbito internacional y su capacidad para potenciar negativamente esta crisis.
El modelo liberal imperante y la mirada receptiva hacia la globalización hoy son fuertemente cuestionadas. Los efectos negativos de este modelo han despertado diversas reacciones y han debilitado el apoyo de actores determinantes para su funcionamiento. El fundamento ideológico que subyace tanto al Brexit como al surgimiento de Donald Trump es justamente la aversión a los efectos de la globalización y el deseo de abandonar los compromisos internacionales establecidos. Teniendo en cuenta que tanto Reino Unido como Estados Unidos fueron importantes arquitectos del modelo que hoy rechazan, los indicadores de una potencial crisis se vuelven más que evidentes.
Movimientos populistas resurgen hoy en los principales países del mundo; la crisis de la Unión Europea y su necesidad de repensarse en base a las divergencias económicas y políticas que la atraviesan, parece un desafío que no puede ser postergado.
Incluso las campañas de promoción democrática impulsadas por Estados Unidos tanto en Irak como en Libia han generado rechazo en gran parte de la sociedad internacional y han contribuido a engrosar las filas de los militantes que cuestionan las bondades del actual modelo de gobernanza global.
La intervención de la comunidad internacional en los conflictos domésticos ha tenido otro fatal revés en la guerra civil Siria que, paradójicamente, ha desencadenado la crisis de refugiados que hoy azota Europa, provocando la salida de Reino Unido de la Unión y haciendo temblar los cimientos de la misma.
Otra de las debilidades observables de la globalización que ha servido de fundamento para la crítica, es la creciente inequidad que ha producido el modelo liberal. Ya no únicamente en las relaciones Norte-Sur sino también en el segmento Norte-Norte, las relaciones comerciales asimétricas, inherentes al capitalismo, han ampliado la brecha entre ricos y pobres. La misma idea positivista de progreso que apoya al liberalismo se vuelve ambigua en este marco.
Simultáneamente al vuelco proteccionista de Estados Unidos y Reino Unido (agravando la crisis en la Unión Europea), China y Rusia alcanzan una importancia fundamental en el ámbito internacional, promocionando modelos alternativos de desarrollo y generando gran expectativa respecto de su rol en la posible transformación del modelo de gobernanza global.
Paralelamente a las instituciones internacionales tradicionales que hoy se encuentran debilitadas, han empezado a tomar protagonismo las nuevas instituciones creadas por iniciativa China.
Tras la crisis financiera de 2008, el idealismo de mercado ha sufrido un revés del que le ha costado recuperarse y las políticas de libre mercado como garantía de desarrollo han dejado de ser una estrategia prudente.
Los nacionalismos recuperan protagonismo y desembocan en oleadas proteccionistas, tanto en materia comercial como de inversión. El declive de la influencia estadounidense en el ámbito internacional será potenciado por las inclinaciones políticas de su nuevo líder, permitiendo el surgimiento de un mundo más multipolar en el cual la participación proactiva de China como generador de seguridad colectiva será decisiva.
La perspectiva del mundo que se abre al concluir la “Pax-Norteamericana” propone nuevos actores para liderar el cambio. La forma en que las normas globales han afectado a los ciudadanos nacionales parece haber despertado una transformación desde abajo.
La guía está en Oriente
El rol de China en este proceso será fundamental. Siendo uno de los mayores beneficiarios de la globalización podría esperarse que el gigante asiático sea uno de los actores más determinante para su defensa.
Con un exponencial crecimiento de su clase media, la promoción del modelo Chino parece prometer un aliciente para la inequidad propagada hasta el momento. En materia política se buscará comprometer a los países menos desarrollados en la toma de decisiones globales y en materia económica, la financiación de proyectos de infraestructura será el sello de este nuevo modelo.
El Banco Asiático de Inversión en Infraestructura es la institución financiera internacional propuesta por el gobierno Chino para encausar el objetivo descripto en materia económica. La compra de acciones en los proyectos iniciados en estos países intentarán garantizar la viabilidad de los mismos y la utilización de mano de obra local por sobre la mano de obra China, prometen la generación de nuevos puestos de trabajos.
El modelo propuesto desde China pretende integrar tanto economía y finanzas, como sociedad.
Paradójicamente, las fallas encontradas en el sistema capitalista hoy son defendidas por un país políticamente comunista. Desde el país asiático se considera que no es la globalización la causante de las diversas crisis que han azotado al mundo sino la excesiva búsqueda de ganancias y la regulación fallida, como en el caso de la crisis financiera de 2008.
Un temblor pasajero
Algunos analistas entienden a la crisis de globalización como un suceso natural en la espiral de la historia. Desde esta perspectiva, la historia se desenvuelve entre caos y orden, siendo la crisis un proceso necesario para su perfeccionamiento.
Es importante comprender que los impulsos de la globalización son también muy difíciles de resistir. Las medidas proteccionistas adoptadas son muchas veces un intento de tapar el sol con la mano y el alcance de la globalización ha sido incluso un movimiento superador de aquellas instituciones que hoy intentan combatirla.
En el caso de Estados Unidos, la sorprendente llegada de Trump a la Casa Blanca se da dentro de una sociedad norteamericana que, a pesar de liderar la promoción de un modelo de apertura internacional, ha cargado históricamente con un perfil social “centrado en sí misma”. La sociedad norteamericana es cerrada culturalmente, posee bajos índices de migración internacional y mayormente se desplazan solo dentro de la frontera estadounidense. Pero pese al carácter férreamente nacionalista de los ciudadanos norteamericanos, las políticas exteriores de sus gobiernos acostumbran conducir una agenda de apertura comercial internacional, lo cual deja entrever que a pesar de las intenciones del nuevo gobierno, esto no implicaría que se alcancen niveles de autarquía sin precedentes.
Los límites a la iniciativa de Trump recaerán necesariamente en el senado y los intereses internos del congreso complicarían la mayor parte de sus expectativas. Las imposiciones económicas que el nuevo líder pretende hacer a países como China son únicamente aceptadas en tiempos de guerra y las negociaciones hacia adentro del congreso generaran contradicciones difíciles de sortear.
La globalización ha establecido relaciones internacionales en todos los niveles de la vida social y es imposible desvincularse sin esperar efectos negativos para el país que lo pretenda. La integración no fue pensada como un fin en sí mismo sino como un medio para mejorar la calidad de vida global. Es fundamental recuperar ese camino; comprender los motivos de porque la globalización no ha cumplido con esta guía y modificar la narrativa mundial para encausarnos de manera positiva.
El compromiso internacional deberá transpolar el enfoque multinivel a todas las áreas de la vida social; fomentar la cooperación más allá de los intereses económicos y establecer nuevos mecanismos para garantizar la seguridad colectiva, los derechos humanos, la protección medioambiental y la disminución de la pobreza.