Para ayudar en este tránsito hacia una vida saludable, estas son las 7 reglas pensadas para hacer un uso más inteligente y menos autodestructivo de esta tecnología.
1. Conversa ahora, manda mensajes después: Si estás compartiendo un momento agradable, estás conversando, o simplemente descansando, ponle un límite al impulso por querer trabajar o comunicarte con otros que están lejos. Aprovecha el momento y comunícate después.
2. Día libre y sin teléfono: ¿Suena muy terrible? La idea es disfrutar como en antaño. Olvídate de las redes sociales y el Whatsapp. Si no puedes, prueba primero con usarlo como si fuera un «Stupidphone» y sólo utilízalo para hablar.
3. Evita ser un «encuentra todo»: Adiós a los buscadores, mapas, aplicaciones y todo lo que se te ocurra que pueda servir el Internet. Dale la bienvenida a lo inesperado y planifícate. Deja la intensidad de querer saber todo al instante. Nada sucede si no manejas esa información. Ocupa ese tiempo para leer y aprender de otra manera.
4. Abajo los codos y los celulares de la mesa: No hay nada más patético que ver a una familia completa chateando por sus teléfonos mientras se comparten un almuerzo. Igual de mal se ven cuando los chicos y los amigos hacen lo mismo frente a un grupo que está ahí para verte y saber de ti. Ni hablar en una primera cita. Tal vez esta descortesía debiera ser totalmente descartada. ¿Tal vez una ley que los prohíba?
5. Para de mirarlo: Suena absurdo, pero con tanta interacción que uno tiene con el aparato a través de las notificaciones los ojos se van solos para saber qué está pasando. Pero calma, modifica en los ajustes esos avisos. ¡Date un respiro!
6. Prueba qué pasa al dejar de ser tan activo: ¿Sabes cuánto de tu tiempo le dedicas al Instagram, Facebook o Twitter? ¿Qué pasaría si desapareces un rato? Tal vez te des cuenta que no te perdiste de nada y tu vida anda a otro ritmo. Sin tanto estrés.
7. Deja dormir al teléfono: Apágalo. Si tu duermes todas las noches, ¿acaso tu teléfono no necesita también descansar? Las pantallas de los dispositivos electrónicos emiten luz azul, que tu cerebro asocia con la luz del día. La exposición hace estragos con el reloj de tu cuerpo, un tuit, e-mail o mensaje de texto que llega hace lo mismo con su ya sobrecargada capacidad.