¿Por qué todos pueden tener súperpoderes menos yo? ¡Rayos! Lamento haber llegado tarde cuando los repartieron
Cuando era niño, sufría tratando de no caerme con un balón de fútbol entre las piernas, o tratando de rebotar el balón de baloncesto al menos un par de veces, sin que éste tomara vida propia y escapara de mis manos. No sólo era el hazme reír en las clases de educación física, sino en cualquier concurso de talentos cotidianos. De hecho, tan malo fui en desarrollar habilidades, que nunca pude manejar la tríada esencial que definía a todo infante de mi época: no aprendí a silbar, ni a chasquear los dedos, y mucho menos a hacer bombas de chicle.
De bailar mejor no hablemos, soy un asesino de dedos y pantorrillas femeninas, y cualquier epiléptico puede convulsionar con mayor estilo del que yo me muevo en la pista. Por eso nunca pude integrarme al establishment, formado por aquellos privilegiados personajes que tienen la gracia de saber mover el esqueleto, algo tan esencial para poder vivir en un país caribeño como del que soy huésped. Efectivamente, en esta sociedad tropical, un ser que no baila está en el estrato menos deseado por las féminas, y puede, si no desarrolla otros talentos, ser comparado a lo que es un intocable para los hindús: “persona considerada impura, perteneciente a la más baja categoría social y cuyo contacto procuran evitar las demás castas” (DRAE).
Lo peor del caso es que yo no detesto el deporte ni el baile…realmente los amo. Considero que ambas artes son extraordinarias y quisiera manejarlas, pero mis habilidades psicomotrices siempre han conspirado en mi contra, cada vez que me fajo como un esclavo intentando aprender cualquier actividad gimnástica. Por supuesto, en nuestros momentos de desastre nunca faltan los motivadores de turno, tanto los espontáneos como los expertos, con su discursillo acerca de que las habilidades no se heredan, sino que se adquieren con la práctica. Claro, para ti es muy fácil decirlo porque a ti no te cuesta, ya que tienes talento incorporado, innato, genético, prediseñado, programado por la naturaleza y los Dioses. El mismo que yo tengo para aprenderme sin esfuerzo las capitales de los países, o el nombre de todos los androides que se enfrentaron a Mazinger Z. Así es, yo puedo manejar conocimiento inútil de forma tan magistral como Yoda maneja la espada laser, sólo que con eso no puedo ser un elegido, estatus que sí otorga en cualquier sitio el ser físicamente habilidoso. Tal vez mis talentos serían muy apreciados en Japón. El detalle es que no vivo en Japón.
Ufffff……yaaa…respiro de nuevo. Me estaba desahogando. Es que vengo de una torturante clase de baile, en la cual soy la atracción: el extraño mutante de dos pies izquierdo. Y necesitaba drenar. Ahora si me lo permiten debo seguir practicando. Nosotros los disléxicos físicos tenemos que ser tercos como mulas, y seguir el adagio de ese simpático neurótico llamado Woody Allen: “el 90% del éxito se basa simplemente en insistir”. Seguro Woody, pero te digo algo, llegar a ese éxito es un proceso muy latoso, y envidio a los que tienen talento natural. Bis bald.