Menos mal que vengo de una época analógica, en la cual no existían tantas distracciones tan interesantes como hoy, y todo fluía más lento.
Por Solamente Rafa
“Hoy vivimos en un mundo cada vez más despersonalizado y electrónico. Todo está cambiando demasiado rápido, como si uno quedara obsoleto en su propia vida.
Mis hijos, mi familia, el cine, conocer gente, pero sobre todo disfrutar los pequeños momentos, son las cosas que me mantienen vivo a pesar de quedar obsoleto. Creo que uno empieza a darse cuenta de eso con el tiempo. Es parte del aprendizaje.”
– Ben Stiller –
.
Porque yo tuve la fortuna de poder, más o menos, sacarle un poquito de provecho intelectual a esa etapa de la vida en la cual estás formándote como persona y tratando de entender el mundo.
Yo fui precoz para la lectura y la contemplación, pues dado que no era muy exitoso a la hora de socializar, terminaba refugiándome en libros o en películas, así que fui adoptando una mente más o menos ordenada para elucubrar.
Hasta ahí la autoapología, tampoco es que soy un escritor, o lector, o analista modelo. Y no lo soy precisamente porque mi mente termina siendo muchas veces volátil, y me distraigo con las cosas que son estéticamente interesantes. Y ¿qué más interesante estéticamente para alguien como uno, eternamente eremita y ávido de amistades e información, que las redes informáticas de hoy día?
Por eso digo que agradezco ser “modelo viejo”, porque hoy día vivo tan seducido por la telemática, que pienso que vivo descuidando los buenos hábitos del procesar y crear ideas, aunque sean sólo para mi consumo. Si yo fuera de esta generación, seguro dejaría de hacer lecturas y análisis que en mi momento de lozanía hice y que creo vitales para ser lo que hoy soy. Viviría distraído en búsqueda de eso que todos buscamos en internet porque no lo tenemos en la vida. Si, el mundo de hoy se quedó sin adultos, todos somos imberbes tras las seductores mieles del consumo.
Hoy en día es pesado tomar un libro, ya que tienes miles de lecturas a disposición en la web.
Y además por internet puedes conocer una chica y ligar, asi que ¿para qué buscarla en la calle bajo una fatigosa faena? Por la web puedes ver películas, no te hace falta ir al cine. Puedes comprar productos de forma colorida y cómoda, desde tu hogar. Puedes divertirte con sensacionales juegos compartiendo a la vez con gente de otro lado del planeta. Y además, a medida que el mundo virtual se hace tan interesante, el mundo real se hace insufrible y patético, sobre todo si vives en un infierno apocalíptico como mi querida Venezuela.
Y ojo, todo eso del avance de las redes y lo que conlleva yo no lo veo mal. Lo veo, a pesar de sus contras, y de las paradojas que encierra, como una evolución. Será que le tengo tanta fe y devoción al progreso técnico de la humanidad. Soy de los que lanzan vivas a la tecnología. Pero ojo, como puse antes límites a mi autoapología, también los pongo para la apología del “mundo digital”. Porque así como nos permite hacer pasos agigantados para crecer, también es una fábrica masiva de vicios.
Y este tema da para especular y opinar, pero como mis escritos acá se caracterizan por ser escuetos y regulares, por eso voy a cerrar la idea dando mi siempre contraria opinión a la idea general, sobre uno de esos famosos productos modernos: tuiter.
Tendrá siempre sus defensores, así que no duele que yo, un anónimo y poco leído navegante de la web, señale algunos defectos de esta laureada “red social”.
Reitero, yo no demonizo ningún producto del ingenio, no soy un ludita, sencillamente lo que no me gusta no lo uso, pero sí me deleito de criticar con gusto lo que la gente ve como panacea.
Que sirva para transmitir información lo celebro, pero resulta que en este futurista mundo hay ahora una legión de gente inservible culturalmente, para la cual todo gira en torno a tuiter, y, si no tuiteas, no eres nadie. Y digo gente inservible, con esa dulzura que me es propia, porque el usuario promedio de tuiter es una persona superficial, sonsa, de inteligencia difusa y que no ve como escándalo la forma tan vulgar y aberrante en que se pisotea el idioma al “tuitear”.
Claro, ¿qué se puede esperar de una limitación a 140 caracteres? (o los que sean, a ciencia cierta no sé cuantos son, ni me quita el sueño, sólo se que no son nada) Ninguna persona puede escribir cosas interesantes en una frase, al igual que ningún buen amante puede desplegar su encanto sexual en 140 segundos. De hecho, sólo conozco a una persona (un intelectual y humorista de mi país) que sabe postear frases inteligentes y bien escritas en tuiter. El resto, mandan telegramas recortados donde balbucean…..eehhh balbucean…..pues nada. Nada, esa es la palabra. Y a mí la nada, no me gusta.