En un contexto interno de discusiones agrias en Colombia, que se debate en el esperanzador proceso de paz con la guerrilla de las FARC en la Habana, y en medio de equivocaciones formales de parte del Gobierno de Santos, que le dan así argumentos a los amigos de la guerra, es decir al Partido Centro Democrático del ex-presidente Alvaro Uribe, quien acaba de ser acusado formalmente ante el Congreso sobre su responsabilidad, siendo Gobernador de Antioquia, de la matanza paramilitar del Aro, se abrió la exposición de pintura formal, el XX SALON ROTARY EN EL ARTE, organizado por el Club Rotario Bogotá-Chicó, en el World Trade Center, el pasado 7 de Octubre, como un remanso de paz y de mansedumbre, y días después de clausurada la monumental y exclusiva feria del arte de ART BO.
El Salón es patrocinado por el Rotary International y dirigido por la artista Graciela Gómez, consagrada pintora que completa 20 años de labores divulgativas, abriendo el Salón a tendencias y mensajes diversos, tal como la muestra presentada, en la cual se destaca la escultura de Gabriel Beltrán quien, según interpretación libre, recrea un simulacro de casco de los guerreros antiguos que se halla como congelado y estático, como deberían permanecer guardadas todas las armas que en el mundo han sido, o el cuadro de David Escobar, un árbol, con los colores de la bandera de Colombia, que puede simbolizar los frutos de la perseverancia en lograr la paz para las generaciones futuras
También se vislumbran en la muestra los contrastes de nuestra sociedad dividida. entre míseros y opulentos, en el cuadro de Roberto Sánchez, el niño que duerme en un prado tapándose con desperdicios de periódicos, o el niñito perdido en medio del color de la alegría, el amarillo, de la artista Sandra Hernández.
Decía Herbert Read, en nota sacada del Catálogo de la exposición, que “ poca duda cabe de que parte de la atracción que encontramos en las obras de arte, se debe a la presencia en ellas de imágenes primordiales, que se han abierto camino desde los niveles inconscientes de la mente”, idea que sirve para interpretar la obra de Carmenza Beltrán, un soberbio cuadro que representa la exuberancia de un hombre de color negro con su hijo pequeño, con todo su cabello desplegado, imagen de nuestros ancestros africanos que llevamos en la sangre, o el caso de mi propio cuadro en plumilla, y en sombras, Katy Flotando,
figura desplegada sobre una muchedumbre de puños levantados en protesta por 50 años de violencia, desde las épocas de la hegemonía conservadora y aún mucho antes, desde la época de las guerras de independencia, o quizás el cuadro evocador de sensaciones, luchas antiguas, fotos de añoranza y señales, de la artista y fotógrafa Omaira Abadía, hija del célebre folclorista Miguel Abadía Morales.
La conclusión y cierre del Salón podría ser la inspiración del pintor español Antonio Martí, residente en Colombia desde hace muchos años, quien figura en la muestra como invitado especial con una obra sub-realista, bajo la cual se podría evocar la guerra civil española y el trauma que trajo a los desplazados republicanos y rojos que debieron migrar a Colombia en los años de 1940, pocos años antes del estallido de la época de la violencia en nuestro país, aspectos que nos recuerdan la persistencia de la guerra en nuestro ciclo vital, durante el siglo XX e inicios del XXI, que se ha constituido, no solo en Colombia sino en el mundo entero, como en un eterno retorno de violencias demoledoras que han constituido nuestro referente permanente, recordándonos que nuestras circunstancias de fondo. el “ yo y mis circunstancias” de Ortega y Gasset o el “In der Welt sein” de Heidegger, siempre han sido un escenario de violencia y de desgarraduras del alma humana.