Igual que Leonardo da Vinci estudió la anatomía humana y disecaba los cuerpos, yo diseco las almas.
Edvard Munch
Edvard Munch fue un artista noruego (1863-1944) que se caracterizó por plasmar en sus obras el lado psicológico del ser humano. Considerado el precursor del expresionismo, sus pinturas y litografías están cargadas de símbolos y conceptos. Las obras de Munch están relacionadas con el padecimiento humano, especialmente la depresión. En efecto, el artista estaba obsesionado con la angustia, el miedo, la enfermedad y la muerte, pues consideraba que aquello representaba la belleza.
Desde temprana edad sufrió la pérdida de muchos parientes cercanos a causa de tuberculosis: su madre murió cuando él tenía cinco años; una de sus hermanas, a los trece, también de tuberculosis, y su hermana menor padecía de esquizofrenia. Su padre era muy religioso y estricto, a tal punto que Munch tuvo que soportar frecuentes castigos físicos y psicológicos. De ahí su interés por la psicología de las personas con relación al sufrimiento.
Su soledad, depresión y alcoholismo influyeron en sus creaciones, siempre rodeado de un ambiente oscuro, melancólico y sombrío. No debe sorprendernos, entonces, que uno de sus temas predilectos haya sido el sufrimiento existencial del hombre moderno, que está, por cierto, muy relacionado con la angustia y la incertidumbre.
La obra de Munch revela un universo cruel, lacerante, auténtico y versátil, un universo creado por una genialidad atormentada. El arte de Munch, ante todo, es introspectivo y existencialista. Su angustia fue el vehículo para la creación de sus obras. Esto está presente en todas sus pinturas y litografías, de la que podemos destacar El grito (1893), pintura que representa una experiencia que vivió el artista: al caminar tuvo un momento de angustia que lo paralizó. El grito simboliza al hombre alienado y temeroso por el advenimiento de la modernidad. No es exactamente una autorrepresentación, el personaje central es la encarnación del martirio que sufrió Munch en ese paseo.
En la pintura Ansiedad (1894) hay tres personajes, cuyos rostros reflejan incertidumbre, depresión y pánico, con un fondo muy parecido al de El grito: un paisaje oscuro, lúgubre y desolado. En Muerte en la habitación (1893) se caracteriza por plasmar notoriamente la muerte y la enfermedad.
En cuanto a su técnica, Munch buscaba la expresión de las emociones y sentimientos del ser humano, y no un escenario que reflejase una realidad imparcial, pues, como dijimos, sus trabajos revelan el lado psicológico y pesimista de la vida, el lado secreto de la modernización, la enajenación, la masificación y el encierro que tanto determinó a las grandes urbes. En síntesis, la angustia existencial fue el motivo de su estilo.
La potencia de las emociones se plasma a través de colores intensos, estridentes y puros. Las formas son distorsionadas y las pinceladas son marcadas. No le interesa tanto la perspectiva ni la luz. Sí le importan los colores y las formas, en tanto puedan plasmar las imágenes trágicas provenientes del mundo interior del artista. Dicho de otro modo, tanto las formas como los colores representan los estados del alma, algo muy propio del expresionismo.
Dagny Juel, la obsesión del artista
Las obras de Munch fueron el resultado de una vida atormentada, y muchos de sus temas se centraban en la soledad y la muerte, a las que identificaba con la mujer. De hecho, tuvo una visión muy negativa acerca de lo femenino: consideraba que las mujeres eran complejas, confusas y que llevaban al hombre a la perdición.
Evidentemente, el trauma de su primera vez, a los veintidós años, lo marcó de por vida, pues no podía concebir que una mujer tomase la iniciativa y el control de la situación. Esto se refleja en la pintura La voz, también conocida como Sueño de una noche de verano (1893), en la que se aprecia a una mujer de aspecto angelical y, de fondo, un bosque. Fue en aquel bosque donde Munch perdió su virginidad.
Hoy podríamos decir que su concepción de la mujer era puramente misógina, ya que pensaba que la mujer solo quería seducir y encantar al hombre para satisfacer sus propios deseos lujuriosos. Una vez terminado el acto carnal, la mujer se convertiría en algo monstruoso y bello a la vez, muy parecido a como la concebían algunos pintores simbolistas.
Esto se manifiesta en muchas de sus pinturas, especialmente en Madonna, de la cual Munch realizó varias versiones entre 1894 y 1895. En esta obra se representa a la Virgen María de una manera inédita: no hay rastros de pureza ni castidad, todo lo contario; se plasma la sensualidad desbordada de la mujer, con los ojos cerrados, el cuerpo retorcido e inclinado hacia una luz que parece rodearla como una ola de deleite en colores cálidos. Munch quiso captar el instante exacto en el que la mujer se encuentra en pleno éxtasis sexual. Es el punto de vista del hombre entregándose a ella como a una femme fatale dispuesta a devorarlo, el punto de vista del hombre que ha sido encantado por la sensualidad de la mujer, esa misma que lo llevará a su destrucción.
También podemos observar, en la imagen de la izquierda, que el vientre de la mujer está hinchado. Munch plasma también el tema del embarazo. El artista consideraba que el único don o virtud que poseía la mujer era la de dar vida, lo otro, la sensualidad de la mujer para seducir al hombre, era un placer maligno, ya que para Munch la mujer era algo atroz y agraciado a la vez, algo capaz de dejar al hombre en plena incertidumbre.
La otra versión, la imagen de la derecha, muestra una temática más oscura. Se trata de una litografía. Su marco contiene espermatozoides, y en su esquina inferior izquierda podemos ver un feto, el rostro de ese feto está inspirado en El grito. Hay quienes ven en esta obra una mujer que no quiso ser madre para volver a ser mujer, la mujer sensual y seductora, bella y temible según la concepción de Munch.
La modelo de la obra fue la modelo y poetisa Dagny Juel, el gran amor de Munch. Ella mantuvo también una vida tumultuosa: era bebedora incansable, amaba el arte y se movía en el ámbito bohemio. Libre sexualmente, enamoró a Munch tanto que el artista reconoció en Dagny a la belleza en su estado más puro. Muy pronto se convirtió en la obsesión del pintor. Esto se refleja en obras como Cenizas (1894), pintura que retrata el momento en que a los amantes se les acaba la pasión. Hay una mujer que tiene sus manos sobre la cabeza (Dagny Juel), ella representa el arrepentimiento, y el hombre, escondido, ocultando su rostro, representa el temor. En Amor y dolor o Vampiresa (1895), también inspirada en Dagny, se encuentra una mujer mordiendo el cuello del hombre. En la obra Celos (1895) plasma los celos patológicos que Munch tenía hacia Dagny; en la imagen se observa de fondo a una mujer desnuda con un manto rojo, el color simboliza el pecado y la desnudez simboliza la libertad sexual de Dagny; en la escena hay dos hombres, uno de ellos, el que está en primer plano, mira hacia el espectador. Vale la pena aclarar que los celos llevaron a Munch a grandes depresiones e intentos de suicidios.
Mary Kay Norseng es autora del libro Dagny: Dagny Juel Przybyszewska, the Woman and the Myth, en el que, entre otras cosas, narra la tortuosa relación que la modelo mantenía con Munch. También hay películas que tratan acerca de la vida del artista, como Edvard Munch (1974), un drama de origen noruego dirigido por Peter Watkins, o Dagny (1977), coproducción noruego-polaca dirigida por Haakon Sandøy.
Imagen de encabezado: Amor y dolor o Vampiresa (1895)
Imagen central: Madonna (1894 y 1895)