A lo largo de los últimos veinte años no he parado de escuchar cosas como «por culpa de Internet la gente no va más al cine, ni compra discos, ni lee libros». Y la verdad es que los hechos demuestran todo lo contrario. Internet le ha dado una nueva energía a la hasta hace poco agonizante industria cultural, a tal punto que a ninguna de las actividades vinculadas con ella se le ocurriría prescindir hoy en día de una página web o de un community manager para dar a conocer sus productos o fidelizar a sus clientes.
Pero vayamos al objeto quizá más controversial de todo este amplio abanico de opciones culturales: el libro. ¿Cómo es eso que la gente ya no lee libros? Yo leo libros y sé que muchos colegas del universo 2.0 también lo hacen. Y hablo de libros impresos, pues a los e-books (que también leo) los considero parte del mundo digital. Es que hay algo hasta cierto punto irreemplazable en ese ente de papel, tinta e ideas, y todos los que alguna vez nos adentramos en sus páginas lo sabemos. ¿Fetichismo? Probablemente. En cualquier caso, se trata de algo poderoso que no podemos ignorar.
Por todo esto, me di cuenta hace poco de que el libro impreso podía llegar a ser una excelente pieza de marketing. ¿Qué cliente no estaría dispuesto a publicar sus reflexiones o consejos sobre el área profesional en la que se destaca en un formato tan atractivo y personal como lo es el libro impreso? Ciertamente, en principio, todos lo estarían. Así que enseguida analicé si mi agencia estaba en condiciones de ofrecer un servicio de esas características respetando los estándares de calidad que hasta el momento la definen. Y claro que lo estaba: cuento con uno de los mejores diseñadores del mercado y ahora, como les comenté en mi nota anterior, también con un muy experimentado asesor lingüístico. Por lo tanto, no hacía falta mucho más para que creara Ridyn/Books.
Ridyn/Books se dará a conocer para empezar con un libro de mi autoría, El tiempo y el lugar de las cosas, una selección de artículos sobre temas diversos que fui escribiendo a lo largo de los últimos veinte años. Luego vendrán los libros de los clientes, que serán tan variados como las actividades profesionales que estos realizan.
No pretendo transformarme en un editor full time con este emprendimiento (aunque nunca se sabe), pero sí poder ofrecerles a ciertos clientes la posibilidad de plasmar su know-how, su creatividad y sus valores profesionales en un libro, que, por más extraño que parezca, puede llegar a ser una pieza de marketing sumamente aprovechable.