Nos sentamos a tener una charla única. De esas que no compartís con cualquier persona, pues, con el Pasado, simplemente hablás de cosas concretas (te gusten o no).
A veces pienso que la vida son dos pasos hacia delante y uno para atrás, casi como si aún continuáramos envueltos en algún tipo de juego infantil en el que, si perdemos, siempre podremos volver a intentarlo.
Lógicamente, con el correr de los años, uno se va dando cuenta de que son menos las posibilidades que se tiene para arriesgar. O, quizás, el exceso de excusas nos lleve a abrazarnos a la cobardía como mecanismo de defensa por miedo a jugar nuestra próxima carta.
Y eso irrita hasta al mismísimo Pasado; quien no se permite sentir ni un poco de miedo al avanzar. Puesto que, para llegar a esta cita, tuvo demasiadas barreras que afrontar.
Tal vez no lo notemos a simple vista, pero, indiscretamente, muchos fantasmas se toman el atrevimiento de compartir la hora del té junto a nosotros, impidiendo que podamos romper con ese loop incansable de agua caliente, saquito en taza, vapor de pava y dos cucharadas de azúcar. Una y otra vez, la misma receta, la misma excusa, la misma hora.
Es cierto que errar es humano, y que, en definitiva, nos debemos permitir sufrir cada una de esas heridas que nos hace la vida al andar, pero nunca debemos casarnos con la idea de que no existe nada más por lo cual arriesgarse.
Sí, eso que tanto planificaste no salió como esperabas; tampoco ese gran amor que creíste compartir junto a ese ser «especial» funcionó; Sí, dejaste millones de pendientes por huir del fracaso. ¿Qué conseguiste? ¿Podés responder a ello sin una nueva excusa?
El tiempo es finito. La vida es un instante entre tu llegada y tu despedida; el amor, un momento; las excusas, un síntoma de cobardía, y el miedo, una realidad incómoda con la cuál lidiar de principio a fin.
Loco, ¿no? Si lo vemos de esa forma, la vida es una mierda que constantemente busca quitarnos cualquier sentimiento de comodidad. Porque, cuando te estás acomodando a una realidad, ¡jaque mate!, cambia el juego.
Y así, sin más, te sentís invitado a una incómoda cita de té con masitas… ¿Con quién? Con el Pasado, que nuevamente vuelve para reírse de aquello que aún no aprendiste.
No sé ustedes, pero en algún lugar de mi interior existe una versión de mí que constantemente toma con humor los tropiezos de la vida. Porque son simplemente eso: tropiezos.
Algunos dolieron más que otros; solo unos pocos significaron el mismísimo «fin del mundo»; pero casi ninguno se animó a transformarse en ese incómodo compañero de té: que no dudó en reforzar la apuesta y exigirme un poco más.
Por eso (a partir de este momento), la taza, la cuchara, el cucharón, el azúcar y el mismísimo Pasado se pueden apartar de esta mesa. Porque tendré una cita con todos mis miedos y con la participación especial de mi cobardía personal.
Ya que es necesario aclararles que aquí, en este plano, mando yo. Y si existe la posibilidad de elegir el camino, voy a empezar a escoger el más oscuro de todos. Porque estoy seguro que voy a poder crear luz en cualquier circunstancia.
Y, simplemente, ni la hora del té ni las masitas fueron alguna vez de mi agrado.
Espero que, en este nuevo año, todos podamos darnos el espacio de reconocer, desandar y transformar nuestros caminos. Porque no va a existir mejor guionista para nuestras propias experiencias que nosotros mismos.
Disfruten aquellos momentos en los que deban lidiar con el miedo. Y nunca pierdan de vista la oportunidad de apostar a lo nuevo.
Si en algún momento les toca dudar, piensen que estamos en una gran cocina, preparando una receta a la altura de los mejores comensales. Pero con la premisa de que lo que se hace con pasión se sirve con amor.