Toda historia comienza con un destello de luz; uno que nos invita a avanzar, a jugar, a descubrirnos, a soñar… a disfrutar.
Sería egoísta de mi parte decir que volví a la vida el día que nos vimos por primera vez, pero me arriesgo a afirmar que, aquella primera vez que la vida nos cruzó, una parte de mí que creí perdida volvió a encenderse.
Me llevó un par de años darme cuenta de que fuiste y sos más importante en mi vida de lo que creía entonces. Y acá me tenés, escribiéndote una vez más.
Porque hoy, después de largos años, puedo decir que vos fuiste una historia de amor. Una que llegó cuando no estaba listo para protagonizarla. Una que, con el correr de estos años, simplemente se transformó en una espina en el corazón por su fugaz intensidad.
¿Cómo se vive sabiendo que una historia de amor tan breve puede seguir inspirando tantas cartas de amor? ¿Cómo se ama en silencio durante tantos años, a pesar de que nuestros corazones se encuentren ocupados?
Al parecer, ese es uno de nuestros talentos, que ambos supimos perfeccionar a lo largo de toda nuestra historia.
Gracias a todo este tiempo en que nuestros caminos se alejaron, aprendí que amar no es para cobardes, que no existen las medias tintas a la hora de aceptar que estás enamorado y que hay historias que simplemente no se terminan.
Es cierto que a veces tanta intensidad nos genera un pavor indescriptible. A tal punto que jugamos al juego de las «no etiquetas» para evitar golpearnos el ego y generarnos expectativas erróneas.
Pero ¿será quizás el amor un ente independiente con la suficiente inteligencia para ponernos a prueba una y otra vez? Hoy me atrevo a decirte que la respuesta a ello es un gran «SÍ».
El amor es un destello mágico que se hospeda por temporadas, algunas muy breves y otras muy largas, en los cuerpos de aquellas personas que llegan a nuestras vidas para aportar luz y aprendizaje a lo largo de nuestras travesías. Y en este caso, siento que nunca se fue de vos.
Lo que me lleva a lidiar con el fracaso del «amor romántico». Ese anhelo inalcanzable que nos expone a una gran verdad: «Nada es para siempre». Debido a que el destello mágico, una vez cumplido el tiempo propicio, cambiará de cuerpo y nos invitará a reiniciar nuevamente la búsqueda del tesoro.
Asusta, ¿no? Pero cuanto antes aprendamos a lidiar con ello, será más fácil afrontar cada desilusión amorosa. Ya que, en definitiva, cuando nos separamos de una persona, en verdad nos estamos separando de esa parte de nosotros que «éramos» junto a él o a ella.
Definitivamente, amar no es para nada apto para cobardes. Y yo le perdí todo el miedo al amor el día que nos encontramos frente a esa puerta de vidrio, vos en pantuflas y yo haciendo morisquetas con mi nariz por el frío.
Desde aquel momento, siento que pasaron 84 años (aunque parezca imposible). Pero creo que se debe a la falta de atención a algunos detalles, que siempre dejo pasar.
Como, por ejemplo, que aún tengas una conversación conmigo desde hace más de 4 años. O los mails que intercambiamos alguna vez, en los que jugamos a ser dos extraños que se cuentan cosas.
Es loco decir esto, pero en mi mundo literario vos siempre sos el mejor de los caminos. El personaje en el cual decido depositar cada una de las versiones más hermosas de un hipotético amor. Y una y otra vez, cuando tengo que hablar de amor, evoco esos sentimientos de alegría y esas sonrisas que llevan tu nombre.
Y me hace sonreír el hecho de poder alimentarte un poco el ego con todo esto. Porque, increíblemente, fuiste y sos mi musa desde el momento en que te conocí.
Me pone feliz saber que encontraste el amor, y verte tan sonriente con tus pasiones. Es por eso por lo que quería simplemente hacerte llegar estas palabras que nada de importancia tienen, pero que para mí significaron el comienzo de una nueva etapa en mi vida: una en la cual, nunca se le cerrará la puerta al amor romántico.
Qué belleza!! Los caminos del amor siempre conectan con la verdad que está en cada uno.
precioso relato