Después del ataque a la universidad de Garissa en Kenia producido el 2 de Abril de 2015 y que dejó 148 personas muertas, entre ellas 142 estudiantes, al mundo parece no importarle este hecho trágico. A pesar de la crueldad del atentado no existió un rechazo general tanto de la sociedad mundial, como de líderes del planeta entero, como cuando se presentó la masacre de doce personas en la sede del periódico de sátira Charlie Hedbo, ocurrida a inicios del año en Francia.
En esa oportunidad hubo una fuerte movilización en las redes sociales gracias al hashtag #JeSuiCharlie (Yo soy Charlie, en francés) que pronto terminó en las calles de varias ciudades del mundo, traducida en marchas en rechazo al accionar de grupos islamistas y en apoyo a la libertad de prensa. Solamente en Francia la manifestación convocó a tres millones de personas y a 50 jefes de estado de alrededor del globo.
Pero pese al horroroso número de víctimas de Kenia (como también lo sucedió en Ayotzinapa/México con los 43 estudiantes universitarios), el mundo parece no reaccionar de la misma manera, provocando llamados de atención incluso del papa Francisco, quien el domingo de pascua, después de la tragedia en África, pidió que cesen las persecuciones religiosas y exhortó a la comunidad internacional a que “no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria”.
¿Por qué no tuve repercusión mundial?
La respuesta es simple, dicho acontecimiento no afecto los intereses de occidente, ni el de grandes grupos económicos y mediáticos.
Kenia no tiene una influencia geopolítica tan amplia, lo que hace que sea un ataque casi que anecdótico en una zona en la que ni Francia ni Reino Unido, por ejemplo, tienen influencia alguna. Eso influye del mismo modo en el cubrimiento del periodismo internacional, porque no hay realmente una idea de que se atacó una zona vedada sino un sitio pobre, vulnerable y lejano.
Rastros de duelo
Pese a que no se llegó al rechazo masivo de hechos violentos como el de Charlie Hebdo, tras el asesinato de los estudiantes de Garissa, la frase 147 not just a number’ (147 no es solo un número) se ha venido compartiendo en las redes sociales como una especie de duelo virtual a través del mundo.
“Los nombraremos uno a uno”, advierte la activista Ory Okolloh, autora de la etiqueta “147 not just a number”, con la que quiso llamar la atención dentro y fuera del país africano.
Internautas de todo el mundo han criticado la escasa movilización internacional ante el ataque contra esta universidad -en el que todas las víctimas han sido kenianas-. Pero más allá de la llamada de atención a la opinión pública internacional, los kenianos reclaman un cambio en un país demasiado acostumbrado a las matanzas y al miedo.
También bajo la etiqueta “They have names” (“Tienen nombres”), los kenianos han colgado fotos de sus amigos, hijos y hermanos, jóvenes que posan casi siempre alegres sin sospechar que Al Shabab les arrebataría su futuro.
Aunque más de 60 cadáveres ya han sido identificados, decenas de familias hacen cola hoy en el sanatorio de Chiromo, donde durante esta jornada se espera identificar a los cerca de 80 cuerpos restantes, tarea que complica el mal estado de algunos de los cadáveres, relatan medios locales.
En este hecho podemos ver la hipocresía mundial por parte de los llamados países del primer mundo, donde solo importa manifestarse en busca de justicia y paz si lo que se afectan son intereses económicos y políticos de ellos mismos.